miércoles, 15 de julio de 2015

Retratos de familia

T.O: ILO ILO 
DIR: ANTHONY CHEN
INT: YEO YANN YANN, CHEN TIAN WEN, ANGELI BAYANI
SINGAPUR, 2013, 99'


 

Retratos de familia es una exploración de la crisis existencial de la clase media. La película viene de Singapur, una ciudad estado conocida en occidente por los destellos de su skyline y por su carrera nocturna de fórmula uno. Pero aunque Anthony Chen no desdeña la especificidad cultural, este drama y sus personajes serán reconocibles en cualquier lugar del mundo donde se encuentren familias de trabajadores que aspiren a la estabilidad económica y a un cierto confort burgués. La familia que protagoniza esta cinta es un conjunto de seres humanos vulgares, poco distinguidos. No te fijarías en ellos ni por un momento si te los cruzases en algún centro comercial inundado de aire acondicionado. La madre, Hwee (Yann Yann Yeo), arrastra su voluminoso embarazo con fatiga y mal humor. Trabaja de administrativa en una empresa indeterminada en la que se dedica, principalmente, a la redacción de cartas de despido. Su día a día transcurre entre los cotilleos y las envidias de la oficina y el temor silencioso de que algún día su nombre aparezca en una de esas cartas. Estamos en 1997, en plena crisis asiática, y su marido, Teck (Tianwen Chen) será uno de los primeros en sufrir las consecuencias, dado que sus dotes como comercial son bastante ridículas y sus inversiones san resultado ser un desastre.

Teck es un hombrecillo insignificante que ve en peligro su condición de paterfamilias, lo que le conduce a una sucesión de engaños y frustraciones con el fin de mantener más o menos en pie su tambaleante dignidad.  Es el hombre emasculado del nuevo capitalismo, alguien incapaz de desenvolverse por sí mismo en una situación competitiva y despiadada. Deambula durante toda la película con una engañosa calma, mientras trata de ocultar su estupor ante la repentina desaparición de su capacidad para mantener a su familia. Mientras tanto, su hijo, Jialer (Jialer Koh) desafía la tradición de esta clase de dramas familiares y apenas tarda media escena en lanzar por la borda la simpatía del espectador. Es un pequeño emperador malcriado que gasta su energía principalmente en incordiar y que sufre las consecuencias de la escasa atención que sus padres pueden prestarle. Algo habitual en las familias que necesitan dos sueldos para mantener el nivel de vida más o menos acomodado al que aspiran. Hwee llega a casa todos los días resoplando malhumorada y ansiado tirarse sobre la cama, así que propone a su marido una solución: contratar a una criada filipina. Así aparece Teresa, Terry (Angeli Bayani). 


El comedor familiar como encrucijada de conflictos sociales y económicos



Terry tiene veintiocho años y viene de Filipinas, de la región de Ilo Ilo, que da su título original a la película. Allí dejó a su hijo al cuidado de su hermana, para venir a ocuparse de otro niño al que unos padres más adinerados no tienen suficiente tiempo para atender. Tímida y temerosa ante su nueva situación, trata de adaptarse lo mejor posible a su condición. Es un plato más en la mesa, y también un símbolo del estatus al que los miembros de esta familia aspiran y que ven peligrar. Su llegada convertirá la convivencia familiar en un drama que encapsula una gran variedad de conflictos contemporáneos: las diferencias raciales y religiosas, la desigualdad social y la amenaza de desaparición que acecha a las clases medias en el nuevo panorama económico son algunas de las tensiones que se ponen de manifiesto silenciosamente, en todas las habitaciones y pasillos del hogar de los Leng.

Esta clase de situación no es excepcional, y en Asia es algo parecido a un lugar común. La mayoría de los empleados domésticos del mundo (el 41% de 53 millones) trabajan en Asia, la mayoría son mujeres jóvenes procedentes de Filipinas y de Indonesia. Esos son países que la población acomodada China, es decir, sus empleadores, considera inferiores étnicamente (su piel es más oscura que la de los chinos) y religiosamente (son de religión católica o musulmana). Desde su famoso despegue económico, la presencia de una empleada doméstica se ha convertido en algo habitual en los hogares familiares de la clase media China, y el comportamiento abusivo se ha convertido en un hecho frecuente. Retratos de Familia explora toda la ansiedad y los juegos de poder y estatus que tienen lugar cuando se abre las puertas de casa a una desconocida a quien se considera inferior, una tarea en la que el director debutante Anthony Chen destaca por su excepcional capacidad de observación.


El vínculo con la niñera será una experiencia que marcará al pequeño Jialer duante toda su vida
La ambientación se reduce a unos pequeños detalles sutiles. Los años noventa son el ruido chillón del Tamagotchi con el que juega Jialer, el Windows 98 parpadeando en las voluminosas pantallas de los ordenadores, los auriculares de un walkman. La crisis es una serie de susurros temerosos en la oficina, confesiones nocturnas en la cama de matrimonio que terminan con silencios y miradas desviadas, el cuerpo de un desconocido que se arroja desde la cima de un edificio. Los conflictos que viven los personajes se muestran con la misma sutileza, como gestos fugaces que no llaman demasiado la atención en el transcurso de la cotidianeidad. Gestos como el de Hwee cuando confisca el pasaporte de Terry, en medio de un recibimiento marcado por una rígida cordialidad. O el de Terry deteniéndose tras haber comenzado a bendecir la mesa de manera instintiva entre miradas de recriminación o de fingida tolerancia. Más tarde, Hwee obliga a Terry a participar en un ritual en memoria del abuelo de Jialer, una manera de introducirla simbólicamente en la familia obviando sus creencias católicas. Gestos que sacan a la superficie las tensiones raciales, económicas y de clase que fluyen bajo el día a día monótono, las idas y venidas del trabajo o del colegio, los trayectos en el coche familiar, las discusiones en la mesa de la cocina.

El retrato que Chen hace de la familia protagonista, especialmente de sus representantes adultos, es devastador. Son culpables de todos los cargos, desde la mediocridad hasta la hipocresía. Se agarran a la presencia de Terry para cimentar su precario sentido de estatus, cuando la situación económica amenaza con derrumbar su precaria posición social. Se esfuerzan por escenificar jerarquías sociales cuando éstas se están convirtiendo en algo ilusorio, y quizá no haya tantas cosas que les separen de esa persona que se ve obligada a abandonar su hijo por el salario mínimo. La plasmación de todo esto puede resultar cómica, incluso ridícula, pero hay alguna brizna de afecto por parte del director hacia estos personajes. Al fin y al cabo, se comportan con una mezquindad desesperada ante la súbita agresión de un mundo que no son capaces de entender ni de controlar. Y los vínculos que terminan estableciendo con Terry acabarán resultando más complejos de lo que parecían en un principio. Después de todo, además de la empatía motivada por la proximidad, cada uno de ellos recibe sus dosis de soledad y aislamiento un día tras otro.


El título español de la película, Retratos de familia, hace referencia a una escena que transcurre durante el cumpleaños de Jialer, en el que su madre se siente desplazada ante la insistencia del niño por hacerse una foto con Terry. Para entonces, el pequeño demonio se ha enternecido ante la presencia de la joven,  y entre ellos se desplazan corrientes de afecto que resultan necesarias para ambos. El vínculo emocional con una niñera extranjera es una experiencia común entre tantos niños chinos de clase media, una experiencia que el director Anthony Chen conoce de primera mano. Cuando buscaba una historia para poner en pie su primera película, un recuerdo de su infancia comenzó a ocupar sus pensamientos: el dolor que experimentó al separarse de su niñera filipina cuando tenía doce años. El recuerdo le obsesionó de una manera nítida y precisa: Chen dedicó varios meses a buscar un piso con la disposición exacta de aquel en el que vivió su infancia. Pero la memoria nunca tiene solamente una cara. Tiempo después, cuando Retratos de familia ya se había convertido en una de las películas más exitosas y premiadas del cine asiático, la televisión filipina se acercó a Ilo Ilo en busca de la antigua niñera del cineasta, con la intención de escenificar un reencuentro. Chen y su hermano se sorprendieron al descubrir que la persona a la que conocían como la tía Terry llevaba aún consigo a todas partes una bolsita azulen cuyo interior guardaba sus fotos de infancia. Ninguno de los dos pudo contener las lágrimas.